Era el verano del 2013, y como maestra ¡yo estaba exhausta! El año escolar anterior, Dios había traído a nuestro colegio cristiano un joven alumno guatemalteco con ingles muy limitado. No teníamos un programa formal de inglés como segundo idioma: solo unos pocos voluntarios deseosos de hacer una diferencia, y la seguridad que Dios nos guiaba en esta nueva aventura.
Pero para fin de año, ¡yo sabía que algo tenía que cambiar! Sentí el llamado de Dios a diseñar un programa de ESL para poder servir más efectivamente a los estudiantes de idioma inglés en nuestra comunidad. El administrador de nuestra escuela dijo que debería pensar en cómo podría implementarse allí.
En agosto, ya tenía una carpeta llena de planes. Mis amigas y yo oramos y Dios comenzó a abrir puertas de maneras tan inconfundibles que todavía me asombra: evaluaciones gratis para nuestros 5 alumnos guatemaltecos, apoyo entusiasta del pastor de la iglesia, una maestra de ESL con ánimo misionero contratada justo en el momento adecuado, otra maestra jubilada que se ofreció para tutorías, unos recursos básicos y ¡arrancamos! En el camino, otros se nos unieron como socios financieros. Y el rendimiento académico de esos alumnos ¡sigue inspirándome aun hoy!
Esa clase de éxito es lo que fomenta nuestra pasión por los estudiantes hispanos, sus familias y las comunidades académicas que les sirven.
Miriam C. Miller, Presidente